José María Bravo Fernández-Hermosa (Madrid, 8 de abril de 1917 - ibídem, 26 de diciembre de 2009) fue uno de los ases de la aviación republicana.
Realizó sus estudios en la Institución Libre de Enseñanza, donde obtuvo buenos resultados académicos. Sus buenas notas le permitieron hacer un intercambio de estudios durante un año a Alemania. Tras estallar la guerra civil española, su incipiente carrera como ingeniero y su experiencia como piloto de vuelo sin motor, avocaron a José María a presentarse como voluntario para las futuras Fuerzas Aéreas de la República Española.
Aceptada su solicitud, fue enviado a la Unión Soviética para tomar parte en el primer curso de formación de pilotos de combate. Tras seis intensos meses de instrucción en Kirovabad, regresó a España como sargento piloto de caza especialista en Polikarpov I16 Mosca. Su habilidad a los mandos de este avión, su indudable carisma y dotes de mando pronto le hicieron sobresalir de entre el resto de sus compañeros. Los rápidos ascensos a teniente (11 de marzo de 1938) y capitán (31 de mayo del mismo año) hablan por sí solos de la capacidad de Bravo para la lucha en el aire.
Ya al frente de la 3ª Escuadrilla de Moscas, participó en las batallas de Levante y Ebro, jefatura que dejó para ocupar la subjefatura del Grupo 21 de Caza de las Fuerzas Aéreas de la República. Contaba con tan sólo 22 años y ya era responsable de la unidad aérea más poderosa de la aviación leal. La imparable ofensiva franquista en Cataluña empujó a las exhaustas tropas republicanas hasta la frontera francesa en febrero de 1939. Bravo ingresó así en los campos de concentración de Argèles sur Mer y Gurs, donde pasó penurias hasta que al cabo de cinco meses llegó la oferta de la embajada soviética para ir a la URSS. La Guerra Civil había terminado para él. Durante toda su actividad en la guerra se le atribuyen 23 derribos individuales, 1200 horas de vuelo y la participación en 160 combates.
Polikarpov I-16 de la Fundación Infante de Orleans pintado con los emblemas de la F.A.R.E.. Lleva la matrícula CM-249, la del avión que en su día pilotó Bravo. |
Retomó sus estudios de ingeniería en la escuela de Kharkov, Ucrania. Allí le sorprendió, en junio de 1941, la invasión alemana.
Ante la imposibilidad de ingresar en la fuerza aérea, Bravo, junto a un contingente de refugiados españoles, ingresó en una unidad guerrillera, con la que luchó en la retaguardia alemana en operaciones de sabotaje nocturno en la región del Mar de Azov. José María decía de esta época: "Yo, que me hice piloto para no tener que andar, me vi teniendo que caminar noche tras noche, entre enemigos, y con nieve hasta las rodillas".
Esta situación cambiaría cuando, a mediados de 1942 se admitió en la Aviación Soviética a un grupo de pilotos republicanos. Bravo recordó al respecto: "Los instructores no hablaban español, nada, y nosotros no hablábamos ruso. Al tomar tierra estaba la intérprete, pero en el aire... tenía gracia, los instructores llevaban sujeta con gomas en la rodilla una tablilla donde se decía palanca atrás, palanca adelante, dar gas, quitar gas".
Destinado a defensa antiaérea, su misión consistió en impedir los ataques a los campos petrolíferos de la región de Bakú.
Destinado a defensa antiaérea, su misión consistió en impedir los ataques a los campos petrolíferos de la región de Bakú.
En 1943 se le asignó su misión más importante: escoltar a Stalin en su viaje a Teherán para asistir a la histórica reunión que tuvo lugar en dicha ciudad. "Ordenaron a nuestra escuadrilla proteger dos bimotores de pasajeros hasta Irán. La orden era interceptar cualquier avión que se acercara. Sólo una vez allí supimos que se trataba del camarada Stalin, que había ido a la conferencia de Teherán con Churchill y Roosevelt. A la vuelta, Stalin me estrechó la mano y me preguntó si era georgiano". Por este servicio fue condecorado recibiendo la orden de la Gran Guerra Patria de 1º Grado y al resto de los pilotos la de 2º Grado.
Entre las misiones que
desempeñó se incluía también la de transportar nuevos aviones que los
norteamericanos hacían llegar por el Pacífico o el Índico a la URSS para
su aviación militar. Nunca le encomendaron traslados desde el Índico
pero si desde el Pacífico. En este último destino debía ir a Moscú y
desde allí viajar en ferrocarril hasta Kamchatka en el extremo oriente,
recoger uno de los aviones y pilotarlo hasta la base en Kirovabad a
través de Siberia y las repúblicas centroasiáticas. En uno de aquellos viajes tuvo una
avería y hubo de aterrizar en la estepa mongola, donde esperó una semana conviviendo con pastores nómadas mongoles, hasta que pudieron recogerle
y arreglar el avión técnicos enviados desde la lejana base.
Finalizada la II Guerra Mundial, y ya como teniente coronel, Bravo fue desmovilizado en 1948. Tras 12 años de contiendas, ingresó como profesor en el Instituto de Idiomas de Moscú, del que llegaría a ser decano, impartiendo docencia y clases de español.
Se casó, en primeras
nupcias al acabar la guerra con una importante ingeniera de la que tuvo
un hijo, Igor, en 1948, que actualmente vive en Moscú, y posteriormente
con Natacha Ulianova, excelente filóloga,
que fue su compañera para el resto de su vida, y a quien conoció siendo
ella estudiante del Instituto de Idiomas, y de quien tuvo una hija,
Ludmila, quienes viven en Madrid.
En 1960 pudo volver a España sin encontrar excesivas dificultades por parte de las autoridades franquistas debido a su pasado de militar republicano y su anterior estancia en la URSS. Desde 1976 colaboró en la creación de la Asociación de Aviadores de la República (ADAR) para lograr el reconocimiento de los grados y cargos profesionales de la Aviación republicana, cosa que finalmente consiguió. Fruto de sus gestiones, en 1978 fue nombrado Coronel del Ejército del Aire, con todos los derechos que conlleva su graduación militar. Desde entonces se dedicó a colaborar y apoyar a la Fundación Infante de Orleans, especialmente en la búsqueda de financiación para poder adquirir un I-16, el mítico avión de su juventud. escribió sus memorias en El Seis Doble y acudía a cuantas citas aeronáuticas le permitía su edad. En marzo de 2005, y en compañía del piloto Yago Alonso, volvió a volar en un avión de origen ruso e incluso hizo alguna acrobacia. Por su contribución durante la II Guerra Mundial el embajador de Rusia le condecoró con la orden de Zhukov. También compaginó su pasión por la aviación con la docencia y traducción de ruso para organismos oficiales. Con el tiempo se convirtió en uno de los mejores traductores literarios de la gran literatura clásica rusa al español, habiendo dejado una rastro de traducciones verdaderamente magníficas, entre ellas Turgueniev, Pushkin, Chejov, etc., muchas veces en colaboración con su esposa Natalia, que fue durante años profesora de ruso en la Universidad de Madrid.
Aún fiel a los ideales del joven as que fue, supo olvidar rencores pasados y reconocer en cualquier piloto, incluso franquista, a un amigo. Su casa y su corazón se abrían de par en par a todos aquellos, que como él hacía, amasen la aviación.
José María poco antes de su muerte |
En 2012 Rusia recordó su historia en una película biográfica, El Español ("Испанец"), dirigida por Aleksandr Tsatsuev y protagonizada por Vladimir Panchik en el papel de Bravo.
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