Rusia será el rival de España en los octavos de final de este Mundial de fútbol. Se prevé gran expectación pues es un partido eliminatorio a lo que hay que añadir las presiones sobre ambos equipos. A Rusia por ser la anfitriona y haber puesto altas las expectativas tras una fase de grupos satisfactoria y a España por llevar el titulo de campeona y haberse clasificado primera, no sin dificultades, para los octavos. Pero hubo un pasado en el que las presiones sobre estos equipos no venían solo de lo meramente deportivo. También de la política. Era la década de los 60, plena guerra fría y se iban a enfrentar como solo podría ocurrir en una película de ficción o humor no una, sino dos veces los dos países europeos que representaban las ideologías políticas más opuestas entre sí: el fascismo/capitalismo español y el comunismo soviético.
La final de la Copa Europea de Naciones en Madrid, el 17 de junio de 1964. |
Los cuartos de final de 1960
Corría el año 1960. La primera edición de la Copa Europea de Naciones (así se llamaba entonces la Eurocopa) estuvo marcada por los enfrentamientos políticos entre los países a ambos lados del telón de acero. España contaba con un equipo fuerte y la selección soviética también se encontraba en su apogeo. Pero la suerte jugó una mala pasada a los españoles: el sorteo emparejó a España con la URSS en cuartos de final. Según el calendario acordado por ambas delegaciones, el partido de ida tendría que disputarse el 29 de mayo en el estadio Lenin de Moscú, y el de vuelta el 9 de junio en el Santiago Bernabéu de Madrid.
El 24 de mayo el equipo español se encontraba camino del aeropuerto, cuando le llegó la aplastante noticia de que no iba a haber ningún partido entre España y la URSS. Aquel día el Consejo de Ministros decretó: “La Federación Española de Fútbol ha comunicado a la FIFA que quedan suspendidos los encuentros de fútbol entre las selecciones nacionales de España y de la URSS para la Copa de Europa de Naciones”.
Sin más explicaciones en la prensa española, ni por parte del gobierno, la selección tuvo que volver a casa a deshacer las maletas.
En el libro "Que vienen los rusos" Ramón Ramos investiga la historia de aquel partido anulado. Según el autor, todo empezó en 1958, cuando la Federación consultó al gobierno de Franco si se podía inscribir al equipo en la primera competición continental por selecciones. La respuesta del dictador fue que sí, siempre y cuando no hubiera posibilidad de cruzarse con la URSS… Pero finalmente se cruzaron.
La noticia provocó un escándalo en Europa. Franco, que no soportaba la idea de que los soviéticos llevasen su bandera y su himno nacional al Bernabéu, intentó buscar una solución y propuso que los dos partidos de la eliminatoria se jugasen en territorio neutral. Pero la URSS se negó a aceptar el trato humillante y España se quedó fuera de la primera Eurocopa.
El diario Pravda culminó así su relato de lo sucedido: “El régimen fascista español tenía miedo al equipo del proletariado soviético”.
Con la ausencia de España, la URSS acabó ganando el campeonato. Tres años después, en 1963 Lev Yashin, conocido como “la araña negra”, recibió su Balón de Oro y se convirtió así en el único portero del mundo que consiguiera este premio.
Tanto los jugadores como la mayoría de expertos aseguraron que España tenía equipo para alzarse con toda probabilidad con la victoria del campeonato.
La mítica final España-URSS
A pesar del ridículo de 1960, Franco empezaba a interesarse cada día más por el fútbol (en gran parte, gracias al éxito del Real Madrid). En 1964 se celebró el 25º aniversario del fin de la Guerra Civil. Bajo el lema “XXV años de paz”, Franco procuraba crear una nueva imagen de España como un país aperturista. Entre otras cosas, quiso mejorar la imagen del fútbol español y conseguir que la final de la Copa Europea de Naciones de 1964 se celebrase en España.
Efectivamente, el morbo estaba servido. La ironía del destino volvió a enfrentar a los dos equipos. Cuatro años después de la renuncia, España debía enfrentarse a la URSS. Y en casa, en Madrid. Ahora no se podía suspender el partido. Varias voces aseguran que Franco se lo volvió a plantear, que volvió a sondear la posibilidad de no jugar y que fue el Ministro Secretario General del Movimiento, José Solís, quien le quitó la idea de la cabeza.
Vista su actitud posterior, y habida cuenta de que recientemente se habían restablecido las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, sobre todo por motivos comerciales, es difícil de creer. Lo que sí es cierto es que hubo ciertas presiones por parte de los más reaccionarios del gabinete para que el partido no se disputara, porque era "una indignidad enfrentarse al enemigo comunista". Pero apenas tuvieron importancia.
Vista su actitud posterior, y habida cuenta de que recientemente se habían restablecido las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, sobre todo por motivos comerciales, es difícil de creer. Lo que sí es cierto es que hubo ciertas presiones por parte de los más reaccionarios del gabinete para que el partido no se disputara, porque era "una indignidad enfrentarse al enemigo comunista". Pero apenas tuvieron importancia.
Franco lo dejó claro a la hora de disputarse el partido. Las dudas previas eran inmensas. ¿Sonaría el himno soviético? ¿Ondearía la bandera de la hoz y el martillo durante el mismo? ¿Asistiría Franco al palco, sabiendo que si vencía la URSS debería entregarle la Copa al capitán soviético? La respuesta a todas ellas fue positiva. El protocolo fue el habitual. Con el jefe de Estado en el palco, sonaron los himnos oficiales y ondearon las dos banderas. Nada extraño. Toda una lección. Esta vez sí.
Tras lograr el objetivo, decidió asistir a la final, en compañía de su esposa, pese a los miedos de tener que entregar el trofeo a la selección soviética. Se rumoreaba en los medios españoles que ante ese miedo de Franco un alto cargo del gobierno propuso drogar a la selección soviética, pero afortunadamente el plan no recibió apoyos.
Cien mil espectadores del Bernabéu siguieron con atenicón el gol de Pereda que llegó a los pocos minutos del comienzo del juego y al que Jusaínov respondió casi inmediatamente con otro ataque a la portería española. Se respiraba mucha tensión y preocupación en el Bernabéu hasta que llegó el desempate, gracias al famoso remate de cabeza de Marcelino.
Era el gol más importante en la historia del fútbol español. Y lo siguió siendo hasta hace apenas unos años. No obstante, la polémica acompañó a la jugada durante mucho tiempo. Demasiado. Por razones técnicas, el No-Do publicó unas imágenes en las que el asistente del tanto no era Pereda, sino Amancio. No fue hasta 2007 cuando TVE subsanó el error sacando a la luz las imágenes reales tomadas de la televisión alemana (en otras fuentes dicen que son de la televisión rusa) con las voces originales del No-Do:
El gol reconstruido tal y como fue:
"España ha ganado el trofeo, pero suponemos que ha ganado también para el mundo otro partido, como es el de la interpretación de nuestros pasos y nuestra vida en cada instante", señalaban las crónicas del día siguiente, que se dedicaron a llevar la victoria de la selección española a terrenos mucho más elevados que el fútbol. Como había hecho la URSS cuatro años antes.
España ganó aquella final. Se cerraron las viejas heridas, pero no se olvidó el partido de la primera Eurocopa que España no llegó a disputar.